Cada uno de los tipos de merengue tiene sus peculiaridades e incluso existen diversas versiones dentro de cada una de estas clases, pero lo cierto es que su método de elaboración es muy similar y tienen el mismo nivel de dificultad.
El tipo de merengue más común es el conocido como básico o francés
Sus características pueden hacer a uno u otro mejor para depende qué preparación, aunque todos ellos son susceptibles de ser servidos tras hornearlos, dorarlos con un soplete de cocina o simplemente montados.
De los tres tipos de merengue, el más utilizado en nuestra gastronomía es el básico. Este merengue se prepara batiendo claras al punto de nieve y añadiendo azúcar, preferiblemente azúcar glas. Esta quizás sea la variedad más versátil.
El merengue italiano, por su parte, se prepara con almíbar en lugar de azúcar. A la hora de hacerlo, se prepara el almíbar a unos 120ºC (a punto de bola blanda). Es decir, para saber si tenemos la mezcla en el punto que necesitamos podemos comprobarlo cogiendo un poco de almíbar y lo dejamos caer en agua fría. Si la gota se convierte en una bola blanda, estará listo para usar en la elaboración del merengue.
Con las claras ya montadas, se va añadiendo el almíbar, que dada la temperatura a la que se encuentra cocina el merengue, consiguiendo así un resultado más brillante y duro. Este tipo de merengue es perfecto para postres en los que el merengue es el único elemento y base del dulce.
Si por el contrario queremos preparar un merengue suizo, a la hora de batir las claras a punto de nieve el recipiente en el que se haga debe estar al baño maría, que no debe estar por encima de los 50 grados. En este caso, las claras se baten también con azúcar. Este tipo de merengue es perfecto para rellenar y decorar.
Trucos para hacer un merengue de cualquier tipo
Hay algunos trucos que nos pueden ayudar a conseguir montar el merengue de manera más fácil. Por ejemplo, echar el azúcar cuando ya tengamos las claras montadas, ya que sea cual sea el tipo de merengue que tengamos entre manos, el azúcar dificulta la entrada de aire en el huevo, haciendo más difícil montarlo.
En este sentido, hay que tener cuidado también de que no quede ningún resto de yema en las claras, ya que su presencia dificulta montarlas.
Por otro lado, para conseguir una buena consistencia y viscosidad, se suele echar una pizca de sal; además, así se acentúa el sabor. Este sabor se suele matizar con aromas a vainilla, almendra, canela, limón…