La gota ha estado unida a los reyes y la nobleza desde la Antigüedad; y pasado el tiempo a los potentados. Era lógico, eran los únicos que podían llevarse a la boca carnes rojas o crustáceos en abundancia, a todas las horas. Mientras tanto, sus vasallos, el resto de la gente tenía una dieta donde primaban los vegetales y la harina, y siempre con mucha hambre.
Carlos V y Felipe II, ambos amantes de la gastronomía, sufrieron largos episodios de gota
La imagen es la de una persona gorda recostada en un sofá y con el dedo gordo de un pie vendado, mientras ve las estrellas de dolor. Así ha sido durante siglos. La gota es la cristalización del ácido úrico que el cuerpo no puede eliminar por haber en demasía. Por eso se acumula en la sangre y causa inflamación dolorosa en las articulaciones.
Ha habido reyes gotosos. Los más conocidos fueron Carlos V y Felipe II. Al primero le perdía la comida hasta llegar casi a la bulimia. Gran Emperador al final abdicó y se retiró al monasterio de Yuste (Cáceres) donde se dedicó a lo que más le gustaba: comer y rezar.
Organizó un complejo sistema por el que le traían viandas desde los más recónditos lugares de su imperio. Hasta esta localidad llegaban ostras y otros manjares traídos de las costas con sofisticados procedimientos para que no se estropearan.
Y cerveza, que le apasionaba. Le mandaban barricas desde Alemania y al final se trajo a algunos maestros cerveceros para que se la fabricaran allí y pudiera tomarla más fresca. No se curó la gota porque no cambió su dieta.
También en Felipe II
A Felipe II, hijo y heredero del anterior, le ocurrió lo mismo pero durante buena parte de su reinado. La primera vez que le vino el dolor fue en 1568 y a partir de allí sufrió durante treinta años. No hizo demasiado caso a sus médicos, que le recomendaban comer más frutas. La gota se cebó con Felipe II, ya que prácticamente no podía andar y los dolores eran tremendos.
Tenía las manos ulceradas y los pies destrozados, por eso le llevaban de un sitio a otro en una silla de mano que todavía se conserva en el Escorial. Los gotosos no suelen aguantar, por el dolor, ni una sábana sobre el dedo gordo
El cambio radical de dieta comiendo más verdura, haciendo ejercicio y eliminando el alcohol, carnes rojas y mariscos es un camino para no padecerla.