Y tienen el nombre de ortiguillas porque crudas son urticantes si tocamos alguno de los tentáculos con los que suelen atrapar a pequeños moluscos y otras especies para alimentarse. Pero no a todo el mundo le gustan. Y no por su sabor, que viene a ser un golpe de mar en la boca, yodo, algas…. Al igual que el aroma, todo mar. La cuestión radica en la textura, que es un tanto viscosa, gelatinosa, y no suele agradar a todos los paladares. Hay quien señala que las ortiguillas vienen a ser como los sesos del mar, sesos de cordero suaves.
Hay quien imagina las ortiguillas como suaves sesos del mar
La ortiguilla es una anémona que suele estar fijada a las rocas, moviéndose al ritmo de las corrientes submarinas. Lo más habitual es tomarlas después de haberlas rebozado en harina y fritas en un buen aceite de oliva. Quedan doradas y crujientes por fuera, mientras que por dentro están muy suaves.
Lejos de las costas donde se recogen se pueden encontrar, de vez en cuando, congeladas (y en algunos sitios de costa las suelen servir también congeladas como si fueran frescas). No es lo mismo, pero… Y es que estas anémonas se conservan muy mal una vez han sido sacadas de su hábitat natural. En Madrid, en algunos lugares seleccionados, se pueden tomar. Las suelen llevar allí en agua de mar. Y tienen que venderlas con rapidez.
Los grandes chefs utilizan las ortiguillas también en sus preparaciones. Basta con mirar la carta del Celler de Can Roca, donde preparan una ensalada de ortiguillas, navajas, espardeñas y algas escabechadas. También Dani García las utiliza para una empanadilla de corte oriental. Y Ángel León en el Puerto de Santa María.
Cada vez más se utilizan para dar sabor, muy fuerte por cierto, en otros platos como sopas o cremas. Donde funcionan muy bien las ortiguillas es en arroz, pero no hay que abusar mucho de ellas porque arrasan con todos los demás sabores.
Cañaíllas
Y si va de vacaciones al sur, o a la Costa Brava, podrá encontrar cañaíllas (que en algunos supermercados, cocidas, se pueden adquirir a buen precio). Pero no hay que hacerle ascos a una buena ración en una terraza. A aquellos que les gusten las karrakelas (los bígaros), les gustará este molusco, que es más grande y, por lo tanto tiene más carne. Y si las quiere preparar en casa, acuérdese: téngalas en la cazuela doce minutos desde que el agua ha empezado a hervir.