fruta contra el escorbuto

Los cítricos son una solución contra el escorbuto [Foto: diariovasco.com]

Pesadilla marinera

La fruta fresca pudo con el escorbuto

Eran viajes de meses en condiciones que podían llegar a ser infrahumanas, conviviendo los marineros en la cubierta y en las bodegas con animales. Los viajes del siglo XVI y siguientes suponían un problema de salud que, en muchas ocasiones, acababa con la muerte por falta de vitamina.

diariovasco.com | 11/03/2016 |

El escorbuto fue una temida enfermedad para los marineros que encontró en la fruta fresca su remedio. Las provisiones se establecían con anterioridad y se fijaban claramente por la Administración para que no hubiera engaños. Pero, mantener el pan –aunque no tuviera levadura y por lo tanto aguantara más- durante meses, era todo una proeza. Es más, lo más seguro es que llevara meses hecho antes de meterlo en las bodegas de las carabelas.

La fruta fresca y rica en vitamina C fue el remedio contra el escorbuto

Las provisiones se establecían para un determinado número de días, pero las vicisitudes de los viajes podían variar los trayectos, alargándolos y, por lo tanto, consumiendo los víveres. En el momento en que comenzaba a escasear la comida fresca aparecía un maligno compañero de viaje: el escorbuto.

A los marineros se les empezaban a caer los dientes, aumentaba su indisposición y terminaba con la muerte. Durante muchos años no se sabía cuál era el origen de esa misteriosa enfermedad. Estos avatares se mantuvieron durante dos siglos más, ya que hasta bien avanzado el siglo XVIII no se conoció la razón, el origen de la enfermedad: la falta de vitamina C.

Independientemente de que los marineros en sus raciones tuvieran carne, que tenía que ser salada porque fresca se echaba a perder al no poder mantenerse, tuvieran vino, granos… Las verduras desaparecían de la dieta al poco tiempo de la navegación.

La observación de Lind

Las hortalizas y la fruta fresca son grandes proveedores de vitamina C, algo que se desconocía en la época. Fue un médico naval inglés, James Lind, quien en uno de sus viajes contempló como de los cerca de trescientos tripulantes, con el paso del tiempo, permanecían vivos alrededor de ochenta.

Era 1747. Empezó a dar un tratamiento diferenciado a grupos de enfermos de escorbuto. A unos les dada semillas, a otros preparados con vinagre… y, a uno de los grupos, cítricos. Lind pudo contemplar a bordo del navío Salisbury cómo aquellos marineros a los que suministraba zumos y fruta fresca mejoraban rápidamente en comparación con los otros.

Y es que el aporte de vitamina C que recibían servía para eliminar la enfermedad. Su descubrimiento no fue tomado en cuenta durante años por la marina inglesa. Pero sí lo hizo el capitán Cook, quien dio crédito a sus recomendaciones sobre la ingesta de fruta fresca y hortalizas en la medida de lo posible por parte de los marineros. En sus tres viajes por el océano Pacífico, no falleció ninguno miembro de su tripulación