El más extendido y, quizá, el que más sorprenda su cuestionamiento es el de que previene de la gripe. Esta falsa creencia está relacionada con que la vitamina C ayuda a no caer en enfermedades relacionadas con el aparato respiratorio, y es cierto que la naranja tiene mucha vitamina de este tipo. Sin embargo, la medicina no ha demostrado de momento una relación directa entre la vitamina C y un fortalecimiento del sistema inmune frente a ataques virales de este tipo.
No existe evidencia alguna de que el zumo de naranja ayude a bajar la fiebre
Relacionado con la vitamina C, también hay que señalar que el zumo natural de esta fruta no es el que más aporte tiene. Contiene grandes cantidades de esta vitamina, pero existen otros productos que se sitúan por encima de la naranja, tanto en frutas como kiwis, arándanos o fresas, como en el mundo vegetal, en el que destaca el perejil, el brócoli, los espinacas y los pimientos.
Sin alejarnos del apartado de la salud, tampoco es cierto que el jugo de este fruto ayude a bajar la fiebre. De momento, no existen evidencias científicas que apunten a un efecto beneficioso para remitir una subida de temperatura ni para acelerar la recuperación de enfermedades como catarros, gripes o bronquitis.
Zumo de naranja, ¿perjudicial para diabéticos?
Uno de los grupos sociales con problemas en su dieta ante la imposibilidad de consumir determinados alimentos que dañarían su salud son los diabéticos. En este caso, se ha extendido el mito de que el zumo de naranja es perjudicial para ellos, cuando este extremo no está contrastado. Es cierto que los médicos aconsejan que la naranja sea consumida directamente por su aporte de fibras y porque los niveles de azúcar, aunque altos, no parecen afectar a la evolución de la enfermedad. Del mismo modo, aunque no tan extendido, existe el falso rumor de que este jugo es perjudicial para el hígado.
Por último, no podemos olvidar un auténtico clásico sobre este producto, como es que si no se bebe rápido el zumo de naranjas, éste perderá sus vitaminas. Tampoco responde del todo a la realidad, ya que para que la presencia de estos elementos desaparezca es necesario más tiempo del pensado. Eso sí, conviene no exponerlo a la luz, ni a temperaturas superiores a los 100ºC.