Ya grandes maestros de la cocina como Ferrán Adriá han reconocido que el oído tiene su influencia a la hora de experimentar los sabores, y un estudio de la Universidad de Oxford viene a confirmar esta teoría. La investigación contó con 80 participantes, que consideraron el sonido de la comida como la sensación menos importante en el momento de probarla.
Eliminar el ‘chasquido’ de una patata frita la hace más suave al paladar
Posteriormente, se les invitó a degustar algunos productos, a los que se les alteró el sonido que generaban al masticarlos mediante auriculares. Sus respuestas indicaron que cambiaba la percepción de la frescura y la textura de estos alimentos. Un claro ejemplo es el de las patatas fritas que, al eliminar la sensación del oído, les parecieron más suaves y pasadas cuando estaban frescas y crujientes.
Algo similar ocurrió con la bebida carbonatada. Aunque cuando entra en contacto con la boca la efervescencia disminuye, si no se escucha ningún sonido al beberla creemos que ha perdido la carbonatación y, por lo tanto, lo asociamos con un mal estado del producto. Otros estudios han demostrado que el sonido crujiente del tocino frito es más importante que su sabor y olor para preparar un perfecto bocadillo.
Diferente percepción
Todas estas conclusiones avalan la creencia de que los sonidos que se escuchan mientras se mastica juegan un papel importante en la percepción de la textura de los alimentos, hasta el punto de crear una experiencia diferente de lo que cree la persona que está comiendo.
En esa línea trabaja la alta gastronomía, que busca incorporar este sentido a la experiencia ya de por sí multisensorial que proporciona un acto tan habitual y necesario para vivir como es el comer.
De momento, la mayor parte de las personas no prestamos atención a qué sonido surge de un plato, pero tan solo es necesario hacer la prueba y conseguir silencio absoluto mientras lo consumimos para comprobar que su sabor ya no es el mismo que experimentamos cuando lo comemos en circunstancias normales.