Las ostras Rockefeller se han hecho ya famosas en todo el mundo, aunque parece ser que la versión que todos conocemos puede no ser la auténtica.
El mundo nunca sabrá con certeza si está disfrutando las auténticas ostras Rockefeller o solo una versión
Las otras Rockefeller tienen su origen en la Nueva Orleans de 1899, más concretamente en el restaurante Antoine. Este cotizado tesoro fue creado por el chef Jules Antoine, y según se dice la receta se fue con él a la tumba y las versiones que actualmente se disfrutan en todas las partes del mundo son solo aproximaciones o suposiciones.
Y es que su éxito fue tal y todos consideraban que estaban tan ricas que las bautizaron como al hombre más rico de la época en América, John D. Rockefeller. El color verde del plato es hasta el dÃa de hoy una de las mayores incógnitas, ya que se cree que pudo utilizar absenta para conseguirlo, una bebida en aquel momento estaba muy de moda. También se piensa que pudo utilizar una mezcla de hierbas para conseguirlo, entre las que se podÃan encontrar las hojas de la zanahoria, apioÂ…
En todo caso, la receta que ha llegado hasta nuestros dÃas se hace de otra forma. A las ostras se les echa una mezcla de espinacas con ajo salteado y una reducción de anÃs, y se corona con parmesano y pan rallado. Después, se hornean para que queden crujientes.
Existe un versión muy extendida similar en la que en lugar de las espinacas enteras se añade crema de espinacas, por lo que antes de cubrir las ostras se mezclan las espinacas con nata lÃquida.
Otras versiones de ostra
Las ostras Rockefeller pueden haber sido coronadas como la versión estrella, aunque las ostras con salsa de champán son otra genialidad que también arrasa.
En este caso la elaboración es algo más laboriosa, ya que se tienen que sacar y cocer las ostras, antes de juntarlas en una sartén con mantequilla y puerro y chalota pochada. Sal, pimienta rosa, agua de ostras y champagne son el toque que faltará para rematar la mezcla.Â
Paralelamente, se mezclan yemas de huevo, nata lÃquida y zumo de limón, se espesa todo y, como en el caso anterior, se rellenan las conchas y se hornean.
Sin duda, ambas opciones son muy lucidas a la hora de sorprender si se tienen invitados. Aunque si uno no se quiere complicar seguro que nadie le pone mala cara a unas ostras crudas con un chorrito de limón.