Un estudio realizado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas basado en el Eurostat señala que Portugal es el país con los precios de estos productos más bajos, y a muy corta distancia se sitúa España.
Varios son los motivos que explican por qué el consumidor desembolsa menos dinero en alimentación en el Estado que si se encontrara en Alemania, según a quién se le pregunte. Las voces más críticas provienen del sector productor. Los agentes que pertenecen a este grupo inciden en los precios de origen.
Los bajos precios de venta de los agricultores, razón de las diferencias
Según señalan, el problema es que los agricultores se ven obligados a aplicar unos bajísimos precios de venta por las presiones de las empresas distribuidoras. Una de sus principales preocupaciones surge cuando comprueban que no se encuentran lo suficientemente organizados para defender una compraventa en cifras adecuadas.
El precio final no variará tanto en periodos de escasez como en los de abundancia, y generalmente son muy bajos. Sus homólogos en otros países, como la vecina Francia, tienen una mayor organización y son capaces de defenderse frente a los grupos de presión.
Añaden a este problema una globalización de mercados que consideran perjudicial por la falta de control. En este caso, aducen que actualmente existen importaciones de países ajenos a Europa a precios bajos que no están regularizadas, a lo que suman también la entrada de excedentes comunitarios en similares condiciones.
Otro de los datos que aportan es que los grupos de distribución se encuentran en franca guerra para vender barato, lo que les repercute directamente. Los aludidos, en cambio, tienen otro punto de vista. No niegan una competencia, que no lucha, pero reducen su peso en esta situación.
Más bien atribuyen estos precios baratos a un sector agrario que tiene unas elevadas producciones gracias, entre otros factores, a una atención especial a los avances tecnológicos. Señalan que las innovaciones en la producción y en la industria alimentaria permiten vender a precios por debajo que en otros países europeos.
Beneficio al consumidor
Además, consideran beneficioso este hecho, puesto que repercute de manera positiva en los consumidores. Estos no lo ven de esta manera. Por su parte, ponen en tela de juicio que los precios de los alimentos sean de los más bajos de Europa en términos comparativos. En su opinión, el dinero que un consumidor del Estado tiene que desembolsar por comprar, por ejemplo, leche es similar o superior a si viviera en Bélgica, porque su nivel adquisitivo es mucho menor.
Unos y otros tienen suficientes razones para ser escépticos con estos datos, pero el estudio existe, y deja claro que para alimentarse bien y barato no hay como cruzar el Pirineo.