Juli Soler se ha ido y nunca le lloraremos lo suficiente porque hubiéramos querido oir todo lo que aún tenía que enseñar a jóvenes generaciones que quieren dedicarse a esto de la hostelería, porque su voz era la más autorizada para decirnos que esto de dar de comer es una asignatura global, que no sólo es lo que sale de la cocina sino que hay mucho más, es lo que está en la sala y cómo se presenta, es cómo se trata a los clientes es cómo se contrata al personal.
En una época en la que parece que es necesario ponerse una chaquetilla para triunfar, la figura de Juli Soler nos hace ver la importancia no solo de la sala, sino la del restaurador, hostelero o como quiera que se llame, que sabe dirigir y llevar un restaurante hasta la cumbre, y en el caso de El Bulli lo de la cumbre no es una forma de hablar sino la absoluta realidad. Si no hubiera existido Juli Soler, no hubiera existido El Bulli.
La labor de Juli Soler en El Bulli empezó en el año 81 con Marketta Schilling llevando las riendas del restaurante. Ya durante sus primeros años fue fundamental, la salida del jefe de cocina de entonces, Neichel le obliga a tomar decisiones sobre quién debí ser Jefe de cocina. Y en el año 87 supo ver que aquel joven, recomendado por Fermín Puig al que había contratado como jefe de partida podría llegar a ser un genio en la cocina y por eso le entregó la responsabilidad absoluta de una cocina y le dejó las manos libres para que creara todo cuanto quisiera porque sabía que iban a llegar a donde quisieran.
En el año 90 fundan la sociedad y se quedan con la responsabilidad de sacar adelante el negocio. Libró a Ferrán Adriá de los pormenores, encontró ideas para generar ingresos, encontró a los socios adecuados en momento difíciles, supo contratar a la gente adecuada, supo enseñarles un estilo par hacer las cosas como se debían de hacer y, esto es lo más importante, supo trasladar la pasión por el trabajo y el orgullo de estar en la sala, los dos conceptos más importantes en un restaurante.
Por eso te saludamos Juli Soler y tu nombre no se olvidará y debería haber una cátedra en las Escuelas de Cocina en la que se hiciera hincapié que lo de ser chef está bien, pero lo de llevar la chaqueta del responsable del restaurante es lo más importante. Ojalá el futuro se dé cuenta.