A pesar de tener un nombre algo complicado, su obtención es bastante sencilla y su periodo de caducidad bastante largo, por lo que todos podemos atrevernos a crear nuestro propio producto que endulzará los postres más golosos. El azúcar invertido es el resultado de someter el azúcar normal a una reacción química para que se separen los dos elementos que la componen, la glucosa y la fructosa. Este producto podemos elaborarlo nosotros mismos en la cocina de nuestra casa de una manera muy rápida y sencilla. Su poder endulzante es un 30% al del azúcar normal
El primer paso es adquirir en cualquier establecimiento gasificantes. Es muy habitual encontrarlos en las estanterías de las grandes superficies en dos sobres, uno blanco y otro morado. Una vez adquiridos, ya en casa, echamos en un recipiente 150 mililitros de agua mineral junto con 350 gramos de azúcar normal y el contenido del sobre blanco.
Llevamos a ebullición la mezcla y, cuando hierva, separamos del fuego el recipiente y lo dejamos enfriar hasta que llegue a una temperatura de 50 grados. Es el momento de añadir el contenido del sobre morado, lo que provocará una espuma que desaparecerá en cuanto el ya azúcar invertido se enfríe. Solo nos resta meterlo en un bote y tenemos producto para meses.
Una de sus propiedades más características es tener un alto poder endulzante, superior incluso en un 30% al del azúcar normal. Por este motivo, este producto es habitual en repostería, donde es capaz de dotar de dulzor los bollos y pasteles con una dosis menor. En el caso de los bizcochos, hay que añadir su potencialidad para incrementar la fermentación de las masas, además de retrasar el momento en el que los alimentos reposteros se resecan y los mantiene tiernos durante más tiempo.
Punto de congelación disminuido
Sus ventajas también se aplican a la heladería, en concreto su potente efecto anticristalizante. Utilizar esta azúcar significa disminuir el punto de congelación de la masa que será luego el helado, por lo que tendrá un aspecto mucho más cremoso y será más fácil darle la forma que persigamos.
Sus múltiples cualidades no le eximen del peligro de pasarnos en las dosis y además no puede sustituir por completo al azúcar habitual. En panadería, deberemos utilizar un 50% de cada tipo, mientras que en el caso de los helados usaremos un 25% del invertido, porcentaje que en el caso de bizcochos se reduce a entre el 10% y el 20%.