Existen un buen número de alimentos que son muy recomendables desde el punto de vista de la salud física y que cumplen los mismos objetivos que otros productos más atractivos a nuestra vista, pero con un potencial más dañino. Si somos capaces de sustituir unos por otros, nuestro cuerpo lo agradecerá.

Las semillas de coco o el aceite de lino, alternativas a los dulces

Los dulces son uno de los motivos de antojo más populares. Cuando suspiramos por un pastel, posiblemente nuestro cuerpo nos avisa de que nos falta ácidos grasos omega-3. Una decisión saludable es obviar la bomba de crema y apostar por dos cucharadas diarias de aceite de lino o semillas o aceite de coco, que eliminará esa deficiencia y hará desaparecer el antojo.

Si la necesidad de comer dulce procede de la falta de proteínas o una fluctuación en los niveles de azúcar en la sangre, antes de comer un buen puñado de caramelos es preferible acudir a una porción de fruta o a los carbohidratos que contienen, por ejemplo, los cereales integrales con idénticos resultados.

Hay quienes prefieren lo salado, que denota una deficiencia de sodio. En este caso, dejar a un lado el embutido y comer apio o pepino es una decisión razonable y respetuosa con nuestro organismo. Los que tienen momentos que no pueden resistirse a una buena ración de queso están faltos de ácidos grasos esenciales. Unos buenos sustitutos son las nueces, el salmón o las semillas de lino.

Otro de los habituales en la gala de los antojos es el chocolate, lo que en muchas ocasiones significa que nuestro cuerpo reclama su ración de magnesio. Recurrir a uno que sea amargo y de buena calidad es una opción aceptable, pero debemos tener en cuenta que existen otros alimentos sanos para el organismo que también cumplen la misma función.

Sustitutos del chocolate

Un consumo habitual de nueces, pescado, semillas y vegetales que tengan las hojas verdes son sustitutos perfectos del chocolate y evitan la ingesta del azúcar que muchos de ellos contienen.

El consumo de alimentos objeto de los antojos no es de por sí dañino, siempre y cuando se realice de una manera moderada. Si nuestra voluntad flaquea, es mejor tener a mano alternativas más saludables, porque nuestra salud nos lo agradecerá.