La cebolla tiene un característico y fuerte sabor que concentra altos valores nutricionales que aconsejan su utilización en la dieta diaria. Sus bondades terapéuticas están dirigidas a todo tipo de personas, pero sus propiedades la convierten en un alimento especialmente recomendable para determinados tipos de males. Es el ejemplo de quienes sufren reúma, que verán paliados sus efectos tras la ingestión de esta popular planta herbácea. Al igual que el ajo, de la misma familia, contiene una potente acción contra el reumatismo. Su consumo reduce el ácido úrico en la sangre, lo que le permite prevenir la enfermedad de la gota que afecta a riñones y articulaciones.
Además, presenta altos índices de sales de sosa y potasa, que son quienes facilitan la alcalización de la sangre, responsable en gran medida de la lucha contra las infecciones. Contiene disulfuro de alilpropilo, que contribuye al aumento en la producción de glóbulos rojos y blancos, lo que hace que se eleve la eficacia defensiva del organismo al ayudar a eliminar virus y evitar su desarrollo.
Su consumo reduce el ácido úrico en la sangre
En la práctica homeopática es habitual su presencia para combatir las infecciones de ojos y las vías respiratorias superiores, gracias a su capacidad para favorecer la expectoración y calmar la tos. Un claro ejemplo de ello es su conocidísima capacidad de hacernos llorar mientras la cortamos, lo que limpia nuestro sistema respiratorio. Su efectividad para curar resfriados, gripes, catarros, bronquitis y congestiones nasales se ve incrementada gracias a sus propiedades antivirales y bactericidas.
Otros efectos positivos
La cebolla también ayuda a prevenir la osteoporosis y es uno de los más poderosos cardioprotectores que existen en la naturaleza. La presencia de la enzima alinasa y de sulfuros que adelgazan la sangre ayuda a reducir los niveles de colesterol “malo”, mantiene la elasticidad de las arterias y limpia la grasa. El aparato digestivo no es ajeno a sus bondades, puesto que su alto contenido en quinina estimula el hígado, la vesícula y el páncreas, al tiempo que favorece las funciones del estómago y la salud de la flora intestinal.
Todas estas propiedades constituyen razones de peso para mantener la sana costumbre de utilizar esta hortaliza en la preparación de nuestros platos, sin olvidar sus gratificantes efectos sobre nuestro paladar.