En los niños, el mosto dulce ya no tiene el tirón del que disfrutaba años atrás. La bebida ha caído en desuso ante la competencia de los refrescos, aunque la tienen la práctica totalidad de los establecimientos hosteleros, ya que sigue habiendo quien la pide; generalmente personas de edad que no quieren tomar alcohol.
El mosto puede ser blanco o tinto, y lo que predomina es el sabor dulzón de la uva debido a la cantidad de azúcar que contiene. Quitando que no tiene alcohol, ésta es la razón por la que gusta tanto a los niños.
El mosto dulce aporta a niños y mayores antioxidantes y vitamina E
La RAE señala que el mosto es “el zumo exprimido de la uva, antes de fermentar y hacerse vino”. Conviene destacar que en algunas zonas de Andalucía (por ejemplo en los alrededores de Sevilla capital, en el Aljarafe), se llama mosto también a un vino joven, recién fermentado, que se empieza a beber en noviembre, con el frío.
Pero el mosto dulce, que ha sido bebida de niños y de personas con el estómago delicado, tiene también grandes propiedades para nuestro cuerpo. Basta pensar en que es zumo de uva, por lo que su consumo –moderado, como todos, porque tiene azúcar natural- es bueno para proteger el corazón y las arterias.
Asimismo, aumentan los antioxidantes, lo que implica una disminución de los radicales libres en nuestra sangre debido a los flavonoides que contiene. La vitamina E también está presente, por lo que ayuda a la regeneración de los tejidos de nuestro cuerpo.
Los romanos lo utilizaban
Siendo los romanos los que impulsaron las plantaciones de vid en toda la Península (democratizaron el vino), es natural que muchos autores de la época como Columela o el naturalista Plinio el Viejo se dedicaran a su observación y análisis para plasmarlo luego en sus obras.
Así se conoce que el primer mosto proveniente del pisado de las uvas era el más apreciado, realizándose esta operación hasta dos veces más, utilizándose estos mostos para vinos de peor calidad.
El primer mosto lo solían cocer para reducirlo hasta un quinto (denominándolo “defrutum”). Consideraban que tenía propiedades medicinales (como todo el vino), tomándolo por su dulzor y mezclándolo con vino fermentado para dejar reposar la mezcla en ánforas.
El mosto dulce que se sigue tomando aquí puede utilizarse también en numerosas recetas culinarias; depende de la imaginación de cada persona. Hay carnes que admiten estupendamente el sabor dulce, incluidas las albóndigas.