Los momentos de padres e hijos en la cocina pueden ser muy edificantes para los pequeños y muy instructivos en un periodo en el que sus mentes corren el riesgo de ralentizarse un poco por el parón escolar. Preparar un menú entre todos tiene un efecto muy beneficioso para la relación entre mayores y más pequeños, puesto que fomenta la unión y el diálogo y de este modo un conocimiento más cercano.
Además, esta sana costumbre es también muy educativa. Los niños y niñas se sienten más proclives a aprender si se encuentran en un entorno amigable y realizan actividades divertidas y novedosas. Jugar con los ingredientes y colores para preparar una ensalada es un ejercicio muy ameno que predispone al pequeño a aprender.
La creatividad de los más pequeños se ve reforzada con una actividad que puede ser muy divertida
Las materias a enseñar son muchas y muy variadas. Principalmente, los niños aprenden aspectos relacionados con la alimentación como qué productos son más sanos, cómo se pueden combinar y qué técnicas hay que emplear para preparar los diferentes platos. Estos conocimientos les resultarán muy útiles pero también sirven para concienciarles desde una edad temprana a preocuparse por la comida sana.
Este aprendizaje lógico se enriquece con otras materias que de manera paralela abordan en la cocina. El origen de los alimentos, por ejemplo, se encuentra relacionado con la historia. Su tratamiento y cómo se transforman al cocerlos, freírlos o asarlos aportan ideas empíricas de física y química. Los nombres de los productos y de los procesos al cocinarlos enriquecen el vocabulario de los niños.
Educativa en valores
En otro nivel, la relación gastronómica de los padres y madres con sus hijos e hijas puede ser muy educativa en valores. Los más pequeños aprenden entre fogones cuestiones que les resultarán muy prácticas en su vida diaria, como organizarse, calcular cantidades, ser ordenados, la importancia de la limpieza y hacerse cargo de las responsabilidades domésticas de manera compartida y solidaria.
Por si fuera poco, la cocina también fomenta la creatividad y anima a los pequeños a realizar sus propias creaciones con criterio y de una manera divertida. Este verano, a la playa y al monte les ha surgido un duro competidor que es la cocina.