Y tú, ¿te decantas más por el dulce o el salado? Probablemente lo tengas claro, aunque seguro que nunca te has preguntado el motivo de tu inclinación. Y es que la comida además de alimentar nuestro estómago alimenta nuestra alma, y mucho más si presenta ese toque de sabor que a uno le vuelve loco.
Nuestras experiencias vividas pueden determinar si somos más de dulce o salado
Fisiología y psicología fijan la vista en la gastronomía para dar respuesta a esta gran cuestión, en la que parece ser que son muchos los factores que intervienen.
Por un lado, nuestra tendencia al dulce se podría decir que en cierto modo se sustenta en el funcionamiento de los neurotransmisores y la dopamina. Esta sustancia es conocida por su efecto positivo en nuestro cerebro generando una sensación de felicidad, y su producción se asocia a la ingesta de dulce.
Por otro lado, los alimentos dulces contienen un mayor contenido de componentes calóricos, lo que nos aporta energía de forma más rápida. Por ello, asociamos el sentirnos con las pilas cargadas al consumo de dulce.
Si miramos el aspecto psicológico y echamos la vista atrás, nos daremos cuenta de que los dulces a menudo vienen asociados a recuerdos de fiestas, amigos, momentos de diversión… en los que este sabor nunca falta. Un claro reflejo de estas situaciones sería, por ejemplo, la tarta de cumpleaños. Un dulce que siempre disfrutamos en buena compañía y en un momento lleno de felicidad.
Estas vivencias nos hacen percibir el dulce como un recompensa, por lo que según las investigaciones, las personas que sienten una mayor predilección por el salado podrían no haber vivido tantas experiencias de este tipo.
El embarazo, otro factor
Otra de las hipótesis mantiene que el alimento que recibimos durante el periodo de gestación también puede influir en nuestros gustos, ya que una vez en el exterior, buscaríamos sabores similares a los que hemos recibido de bebés, dependiendo de nuestros nutrientes eran más dulces o salados. Por ello, la alimentación de la madre durante el embarazo podría ser también uno de los factores condicionantes.
En esta línea se asocia también nuestro gusto por el dulce o el salado a la lactancia. Ya que, aunque la leche materna sea dulce, las hay más o menos dulces.