La multitud de nombres que tiene la pasta, en función de las múltiples formas, es difícil hasta para los propios italianos dado que muchas de ellas son variedades regionales que no se conocen en todo su país, y menos aquí.
Para diferencia el tipo de pasta debemos fijarnos en la terminación del nombre
¿Qué podemos pensar cuando leemos Lumache, Maltagliati, Lanterne, Torchio…? Pues nada más ni menos que pasta en forma de caracol, de triángulo cortado por los bordes, curvas rígidas con forma de linterna o, finalmente, en forma de antorcha.
Disquisiciones aparte sobre quién inventó la pasta, si los chinos o los etruscos y luego romanos, que la popularizaron por toda la cuenca mediterránea, la cuestión es que los fabricantes la reinventan cada cierto tiempo buscando nuevas formas para atraer la atención del consumidor.
Se pueden distinguir por la textura, por el tamaño o por la forma. En el primero de los casos están las lisas, como los raviolis; estriadas como los rigate, que van estupendamente con salsas densas, y las agujereadas o tubulares, por ejemplo los macarrones, que combinan con chorizo, champiñones…
También tiene importancia el tamaño. Por ejemplo las que se pueden denominar como diminutas, donde entran los fideos, estrellas… y que valen para sopas y guisos. Las cortas, como los macarrones o los fusilli, que sirven para guisos, aunque no estemos muy acostumbrados y, finalmente, las largas, como los fettucine, que no sirven ni para una cosa ni para la otra. Hay que servirlos solos.
Pista
Para saber cuál es el tamaño hay que fijarse en la terminación. Así, las pequeñas finalizan en “ini, elli, illi, etti, ine o en elle”. Las grandes lo hacen en “oni o en otti”. Si finaliza en “acci”, están hechas a mano.
Asimismo, podemos diferenciar las formas, como las que tienen muchos pliegues, que combinan bien con pequeños pedazos de vegetales o de carne incorporados a la salsa. Luego están las simples, del tipo de las cintas, espaguetis…
La base de la pasta es la harina y el agua, mezclados hasta que tengan consistencia y secado el producto. A partir de ahí están los añadidos de huevo (la más clásica), o aquellas que cuentan con la incorporación de vegetales como la zanahoria, las espinacas, tinta de calamar…, que aportan color a la pasta.