Hace entre 1,4 y 2,4 millones de año en el este de África. Estas cifran sirven de coordenadas para ubicarse en el poder ancestral de las chufas. Según un estudio sacado a la luz por la prestigiosa Universidad de Oxford, nuestros antepasados que vivieron en las fechas y lugar indicados basaban su alimento en este tubérculo, poseedor de ingentes propiedades nutricionales.
Esta comida contiene altas cantidades de minerales, vitaminas y ácidos grasos como para ser el epicentro de la alimentación de un ‘Paranthropus boisei’, apodado el ‘Hombre Cascanueces’ por sus grandes dientes molares planos y poderosas mandíbulas, tal y como demuestra esta investigación.
Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores se centraron en las dietas de los babuinos del Parque Nacional Amboseli, situado en Kenia. El motivo es que ese entorno se asemeja al oriundo de los antepasados referidos.
Para fortalecer
Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores se centraron en las dietas de los babuinos del Parque Nacional Amboseli, situado en Kenia
Es inevitable sacar una conclusión cercana a la curiosidad al comprobar la importancia de un alimento como la chufa hace millones de años. Además, la resolución de esta labor sirvió para desempolvar el enigma de la fortaleza malar de los homínidos. No sólo eran mandíbulas hechas para la ingesta de nueces o chufas; también estaban preparadas para que comieran alimentos más blandos. Al comer tantos kilos de chufas, la fortaleza que tenían estos antepasados en su mandíbula y dientes estaba fuera de toda duda.
Otro rasgo del ‘Hombre Cascanueces’ era su distintiva anatomía craneal. El motivo es que para ingerir las chufas se pasaban masticándolas tanto tiempo que de esa manera quedaba toda esa zona absolutamente fortalecida, armada. De ahí que la chufa sea un alimento ancestral, indispensable para nuestros antepasados.