Una de las teorías más extendidas señala que el café crea adicción, cuando en realidad se trata más bien de un hábito. En general, las personas que consumen café lo introducen en su rutina como una costumbre más, y si un día no se toma puede echarse en falta como cualquier otra actividad que se realiza diariamente. En casos extremos, puede generar algún malestar por lo que se recomienda que se abandone su consumo de manera paulatina.

El café no genera energía, sino que puede provocar cierta sensación de euforia

También existe la creencia de que un exceso de cafeína puede causar una mayor pérdida de calcio en los huesos, pero las últimas investigaciones apuntan a que su consumo no favorece la osteoporosis. Del mismo modo, no es cierto que sea un antídoto adecuado para la resaca, porque lo único que se conseguirá es tener mayor conciencia del lamentable estado en el que se encuentra.

Otros mitos atribuyen propiedades beneficiosas al café que se deben poner en duda. Un claro ejemplo es la idea de que aumenta la energía, cuando en realidad sí que puede generar una reacción de euforia por la fuerza que realiza el cuerpo para adaptarse a una estimulación química. Sin embargo, a corto plazo este momento se traduce en un decaimiento.

Del mismo modo, el café no reduce la sensación de hambre. La cafeína acelera el funcionamiento del metabolismo porque aumenta la presión sanguínea y el ritmo cardíaco, con lo que se reduce el azúcar en la sangre. Esta reacción puede causar un aumento súbito del apetito, o incrementar la necesidad de consumir dulces, por lo que no está muy indicado en una dieta de adelgazamiento.

Afección estomacal

Otras creencias tienen una parte de razón, como en el caso de evitar el café con molestias estomacales, porque relaja el esfínter del esófago, lo que causa síntomas de reflujo que irritan su mucosa. Sin embargo, no causa deshidratación aunque actúe como diurético.

Como ocurre con todos los alimentos, el café puede resultar un producto inofensivo para nuestra salud siempre y cuando se consuma con medida. Los expertos recomiendan no exceder de los 400 miligramos diarios en personas adultas, que se reducen a la mitad en el caso de las embarazadas. De necesitar un mayor consumo, es preferible cortarlo con leche o elegir el instantáneo, con menor cantidad de cafeína.