Un plato tan sencillo como el sanjacobo esconde una tremenda historia tras de sí. Este frito, que consiste básicamente en una o varias lonchas de jamón cocido envueltas en queso y todo ello rebozado en pan rallado y huevo, para después freírlo, tiene sus orígenes nada más y nada menos que en la Edad Media, en plena lucha entre cristianos y judíos. La receta, sin duda, tiene su miga.
El cerdo está prohibido para los judíos, así como el queso para los más estrictos
Yacob, conocido también como Jacobo o Yago, era judío y cuando murió no existía el cristianismo. Durante la Edad Media, los cristianos quisieron difundir la idea de que unos cisnes habían llevado los restos de Yacob hasta donde en la actualidad se encuentra la Catedral de Santiago de Compostela. Los judíos residentes en la Península rebatieron esa idea, por lo que los cristianos se pusieron en marcha para crear una serie de ritos y costumbres que reforzaran la vinculación de Yacob con esa religión. Uno de ellos, por ejemplo, fue el camino de Santiago.
En el terreno de la cocina, se quiso elaborar un plato al cual se le otorgara el nombre del santo pero que estuviera lo más alejado posible de las raíces del judaísmo. Por ello, se pensó en una receta basada en el cerdo, prohibida de manera rigurosa para los judíos, y en el queso. Y es que en el levítico se indica que no se cocinará el ternero en la leche que lo amamantó, por lo que los judíos más estrictos nunca mezclan leche y carne en un mismo plato.
Múltiples variantes
El sanjacobo, como tantos otros platos, ha evolucionado con el paso de los años hacia otras recetas similares. Aunque el anteriormente descrito, el que está hecho a base de jamón de york y queso, sigue siendo el más frecuente y tradicional, hoy en día se pueden hacer con pechuga de pollo, pavo, lomo de cerdo (conocido como ‘cordon bleu’) o ternera.