Las ensaladas de bolsa han supuesto una auténtica revolución en lo que al consumo de verduras se refiere. Su aparición ha dado lugar a un cambio radical en la preparación de recetas, sobre todo ensaladas, ofreciendo un producto lavado, cortado y listo para comer sin necesidad de ninguna manipulación.
Las ensaladas de bolsa se preparan mediante un largo y meticuloso proceso que asegura las mejores condiciones de las verduras
La cuestión es que son muchas las dudas que planean sobre este tipo de producto, como si se trata de un producto que sigue siendo saludable tras su tratamiento, si lleva conservantes o si mantiene sus propiedades. Todas ellas surgidas simplemente por tratarse de verdura lista para comer, lo que hasta la llegada de este invento era insólito.
La clave de su preservación está en un proceso meticulosamente organizado en el que una controlada cadena de frío es la clave para mantener los alimentos en buen estado, lo que asegura la calidad del producto sin necesidad de conservantes.
Desde el momento de la recolecta, el producto es depositado en máquinas especiales ubicadas en el propio campo, que bajan la temperatura del producto asegurando su frescura.
Una vez en la planta de procesado el producto es seleccionado y enviado a las maquinas que les correspondan y que serán las encargadas de limpiar y cortar la verdura, o fruta en muchos casos, ya que este procedimiento es utilizado por diversas empresas dedicadas a los productos frescos envasados.
El corte, en muchos de los casos, es llevado a cabo precisamente por chorros de agua, con lo que se obtiene un corte limpio que minimiza la oxidación de la pieza. Tras el corte y lavado, las piezas son sometidas a un proceso de desinfección, en el que son regadas con hipoclorito o dióxido de cloro.
Un entorno higiénico
Una vez limpias y desinfectadas, las verduras son pesadas, para rellenar las bolsas, que se fabrican al momento y sobre la marcha, en un entorno totalmente higiénico y aséptico, de forma que no tengan que ser desinfectadas e el momento de usarlas. Antes de realizar el sellado final, las bolsas son rellenadas con dióxido de carbono, para evitar el crecimiento de microorganismos en su interior.
Y para conservar la importantísima cadena de frío, las bolsas son transportadas en camiones térmicos hasta ser puestas en neveras en el establecimiento de destino.