¿Alguna vez has pensado cómo era la conservación de los alimentos antes de la invención del frigorífico? Una de las utilidades más importantes del hielo ha sido la conservación de los alimentos, una de las grandes preocupaciones de la Humanidad hasta hace poco. Y es que hasta que se inventó el frigorífico a finales del siglo XIX y su posterior y lenta comercialización hasta llegar la actualidad, se han atravesado muchas fases para mantener los alimentos y refrescar los gaznates.
Antes de la invención del frigorífico, algunos alimentos se conservaban en nieve
En la década de los años sesenta del pasado siglo en San Sebastián y en otras localidades de la provincia era común contemplar un camión cargado de largas barras de hielo que el operario manejaba con un garfio. Dicho operario las subía a los pisos al hombro, que tenía protegido con una arpillera.
Y es que los frigoríficos en esa época consistían en un aparato con dos puertas. En la más pequeña, que estaba arriba, se introducían las barras de hielo partidas (junto con algunos alimentos), mientras que en la parte inferior se guardaban los demás, que se mantenían a baja temperatura por el frío que se transmitía desde arriba.
Por eso se les llama también neveras, porque mantenían la nieve. Y en los montes, donde nevaba, siempre ha habido neveros. Lugares donde se almacenaba la nieve caída durante el invierno para irla aprovechando durante todo el año. Algunos eran naturales, mientras que otros los realizaba el hombre, construyendo en la parte superior un habitáculo para protegerlo.
Evidentemente, los municipios obtenían pingües beneficios por los arbitrios que cobraban a los profesionales que extraían la nieve y el hielo de los montes para venderlo en los pueblos y ciudades. Este oficio fue muy próspero en los siglos XVII y XVIII.
Antes del frigorífico, nieve
En el siglo XVI, en el Siglo de Oro, los más pudientes tomaban bebidas enfriadas con nieve y aromatizadas de canela, de anís, jazmín… Pero era algo que se hacía desde tiempo inmemorial, siendo algo frecuente en la corte de Granada donde se llevaba nieve desde Sierra Nevada, ya que los árabes siempre han gustado de las bebidas frías.
Jenofonte testimonia que a los griegos les gustaba beber líquidos enfriados con hielo, al igual que a los romanos, que preparaban sorbetes de diferentes frutas. El mismo Apicio, en “De Re Coquinaria”, tiene recetas que se presentan cubiertas de nieve. Marco Polo contempló la realización de helados en China, llevando a Italia el proceso con los que se realizaba.