El hambre nutricional es una respuesta física a la falta de combustible que puede provocar disminución de azúcar en la sangre, irritabilidad, debilidad, dolor de cabeza y barriga sonora. Se puede evitar si durante todo el día ingerimos con medida trozos frescos de fruta o aperitivos saludables.
El hambre visual es esa incapacidad para resistirse a probar lo que tenemos ante nosotros
El estrés es un mal aliado para mantener la línea. Nos empuja a consumir alimentos poco saludables como chocolate, caramelos o patatas fritas de bolsa para calmar este sentimiento, y se puede evitar si hacemos ejercicio o técnicas de relajación. Otro sentimiento que nos empuja a tener hambre es el aburrimiento y, en ese momento, lo ideal es hacer algo que nos entretenga y nos ahorre un viaje a la nevera.
Su lado opuesto, la distracción, tampoco es buena consejera. Todos hemos vivido un momento en la oficina frente a una bolsa de galletas saladas que se vacía sin que reparemos en ello. Cuando nos distraemos caemos en una amnesia alimentaria que nos lleva a consumir más calorías de las debidas.
Otra hermana es el hambre emocional, causada por un estado especialmente sensible en el que tendemos a ingerir alimentos que, por lo general, suelen ser insalubres con mucha azúcar y grasas trans. El mismo tipo de alimentación que, por cierto, nos apetece tomar a media tarde, cuando saboreamos la cercanía del final de la jornada laboral que nos arrastra hacia la máquina expendedora de productos poco saludables. En esos casos, es mejor tener en el cajón del escritorio frutas o frutos secos para calmar esa sensación.
Trabajo y hambre
El trabajo vuelve a ser un motivo de hambre en otras ocasiones, como cuando vamos a comenzar una labor dura y decidimos empezarla bien con unas golosinas. Se trata de un impulso de dejarlo para más tarde bastante habitual y comprensible, pero poco sano para nuestro organismo. Como también lo son las diferentes celebraciones que se realizan en la oficina, ante las que la solución no es fácil, pero nunca es mal momento de iniciar una nueva tradición de fiestas basadas en cestas de frutas.
Por último, existe un tipo de hambre muy extendida que es la visual. Es difícil resistirse a una caja abierta de pastas en el comedor y siempre hay una bandeja de galletas sobrante que queda de alguna reunión. Es casi una costumbre agarrar una incluso si no tiene hambre, y se puede resolver si se abandona esa zona el resto del día.