Jengibre: propiedades, beneficios y usos en la cocina

Cocinar con raíz de jengibre puede ser todo un acierto o una catástrofe. Por un lado, el jengibre tiene un sabor único, cítrico y picante, que aporta una gran personalidad a nuestros platos, consiguiendo un toque inigualable. Por otro lado, al tratarse de un alimento algo diferente a lo que estamos habituados, es probable que muchos duden todavía a la hora de manipularlo para incluirlo en sus recetas.

El jengibre crece en las zonas tropicales y tiene un alto contenido en fibra y en aminoácidos como la arginina, que estimula el sistema inmunológico. No son las únicas propiedades de este tubérculo. Encontramos ácidos con propiedades antioxidantes como el ascórbico y otros como el alfalinoleico y linoleico que forman parte de los ácidos grasos omega-3. Si a esto le sumamos las vitaminas B y C, el fósforo y el calcio que aporta la planta, la realidad es que el jengibre es un producto ideal para completar una dieta equilibrada y sana.

Son múltiples los beneficios de este tubérculo. Así las cosas es un producto que reduce los síntomas de mareo e ideal para las náuseas de las embarazadas. El jengibre ayuda a perder peso. También para la digestión al favorecer la eliminación de baterías intestinales perjudiciales. Sus propiedades antioxidantes también retrasan el proceso de envejecimiento. Y por supuesto, el jengibre es bueno para la garganta.

Sin embargo, son sus gingeroles, los que aportan el sabor picante, los que sirven de ayuda a nuestro organismo. Primero porque ejercen de antiinflamatorio, por lo que aquellos que sufran artritis reumatoide experimentan un gran alivio en su dolor y mejorías en su movilidad. Pero no sólo eso, sino que los gingeroles pueden inhibir el crecimiento de células cancerígenas, según los resultados de algunos estudios.

La primera gran duda que nos surge a la hora de ir a cocinar con jengibre es cómo pelarlo. Su superficie irregular hace complicado el utilizar un cuchillo o un pelador; lo bueno es que tiene la piel muy fina y se puede retirar fácilmente.

El uso culinario del jengibre está relacionado con la comida asiática. La variedad de recetas y las posibilidades son variadas y va en función de gustos. Desde el salteado de pollo con jengibre a las galletas de jengibre navideñas, pasando por el hummus de zanahoria y jengibre, las magdalenas de jengibre sin gluten o el risotto de jengibre y nueces.

Si queremos algo más sencillo y rápido a la hora de aromatizar nuestras recetas, el aceite de jengibre es la mejor opción. Basta con pelar y cortar en finas láminas el jengibre, y añadirlo a un cazo con aceite. Se caliente a unos 70 grados durante 3 horas y después se deja reposar alrededor de medio día en el frigorífico. Una vez listo, retiramos el jengibre y conservamos el aceite en la nevera. Este aliño es perfecto para ensaladas, platos de carne y pescados.

Por lo general, el jengibre combina bien con soja, vinagre o aceite para la elaboración de salsas y supone un ingrediente singular para el arroz, las verduras o el pescado. Muchas posibilidades de éxito para un producto cuyos aportes son tan elevados que es recomendable introducirlo en una dieta equilibrada.

A la hora de incluir el jengibre en nuestros platos podemos optar por diferentes formatos, aunque si lo que buscamos es un auténtico toque fresco, la mejor opción es el jengibre fresco.

El problema es que no se necesita demasiada cantidad para aromatizar un plato, y a menudo las piezas son algo grandes. Para conservarlo en buenas condiciones y que nos dure más tenemos dos opciones.

En caso de ir a consumirlo en poco tiempo podemos guardarlo en el cajón de las verduras envuelto en film transparente. Si por lo contrario buscamos prolongar aún más su vida, podemos congelar el jengibre troceado en una bolsa de plástico. Este método de conservación nos permitirá, además, descongelar solamente la cantidad de jengibre que vayamos a usar.